Angola, negra motuda, piel de carb�n. Miri�aques acampanados y bombachas coloradas. Se acab� tu vida sin macumba. Sin bong�, sin tumbadora, sin candombe. Sin velas cercadas por cigarros de hoja y vasos de ca�a blanca. Sin sacrificios de gallos a medianoche. Sin papeles sucios, repletos de garabatos cabal�sticos. Envuelta en sudario blanco, te esperan las nubes verdosas del Olorum. Te dar� la bienvenida Un coro de orix�s, con un canto de triunfo.
Angola, carne de tambor. Negra de dientes blancos y risa puntual. Hija de madre puta y de padre desconocido. Nieta de sementales negros, soldados de la Alianza. Acab� tu historia de contrasentidos, tu vida de paradojas. Negra entre blancos, aceite en el vinagre, bald�n y rareza para la buena gente. Ahora te fuiste de veras. Y nada te podr� devolver a la tierra.
Esta noche, Pajarillo no dormir�, de puro miedo. Oir� tu voz bronca, tu risa depravada, apagando los murmullos del Padrenuestro. En alg�n sitio, llorar� su noche sin Angola. Su noche sin mulata. Esperar� de balde tus espaldas de cobre y tus nalgas espumosas. So�ar� despierto, en su refugio, pero no podr�n devolverle lo que le quitaron. Cuatro patrullas lo buscan por los cuatro confines. Llevan perros y linternas y fusiles cargados de proyectiles, pero no conocen su cara ni su rastro.
Pajarillo, pobre arriero. Mezcla de indio y gitano. Movimientos ladinos. Pasos de gallineta. Picotazo va, picotazo viene. Reacio al trabajo y a responsabilidades a largo plazo, pero fino y gaucho con las mujeres. Conocedor de palabras de miel y gentilezas apropiadas. Vida paqueta, sin compromisos ni quebrantos. Noches desperdigadas en tormentosos retrucos y quilombos baratos, en la Villa Rica de extramuros.
Angola, mujer loca, cubo de aguardiente. Ceremonias de iniciaci�n en los yuyales del arroyo Bobo. Gritos apasionados, fatigando siestas, a horcajadas de muchachones que acuden de los barrios m�s lejanos. Vienen de Perulero, de Lope��, de Karoven�, de Santa Librada, de Yvaroty, de Pisadera. Huelen a�n a mosto de trapiche de quebracho y a ca�a barata. Por lo menos, es lo que todos dicen. Lo que repiten de oreja a oreja, con maligno placer. Lo que le contaron, como no queriendo, al pobre Pajarillo, para envenenarle la sangre y abrumar sus noches con pesadillas
Pobre Pajarillo. Ya no habr� cintarazos sobre el cuerpo de alquitr�n. Ni billetes f�ciles para el gasto de los s�bados. Billetes ganados por el trabajo de la hembra. Se acab� la vida regalada de hamaca pendular y terer� con hielo. Un ata�d de poco precio le separa del almuerzo gratuito y las camisas almidonadas con amor. Y estira los recuerdos desde el fondo. Desde la tierra que sepultar� el cuerpo amado y que guarda la memoria de sus pasos. Hay que remontarse hacia atr�s, muchos a�os en el tiempo, para encontrar la ra�z de esta historia.
Cosa de repetirse. Secreto de voz a voz, de risa a risa. Nadie vio la escena, pero todos la repiten con precisi�n de notarios. Ya se sabe que fueron los soldados de la Alianza, que ocuparon Villa Rica. La piel blanca de la ni�a Juana embetun�ndose entre uniformes verdes y blancos. Se agita apenas, clavando los ojos al cielo. Una boca diestra acalla con un beso robado el �ltimo gemido de protesta. Sobre la piel negra, enfundada en verde, r�e una dentadura blanca como un teclado de piano.
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