Soy un ciudadano del siglo XX. Pertenezco a la época del megáfono manual (turú), de los teléfonos de manivela y de las máquinas de escribir mecánicas. La tecnología es, para mí, un voluminoso catálogo de misterios. Mi primer teléfono celular me deparó más perplejidades que el aprendizaje de la teoría de la relatividad. De la computadora, mejor no hablar. Se trata de un artefacto que, a sus complejidades, une una vasta gama de sonidos estrafalarios y de luces parpadeantes que sólo Dios sabe lo que pretenden indicarnos.
Entrar al mundo virtual ha sido, por eso, una experiencia inquietante. Su consecuencia natural ha sido el diseño y la instalación de esta página web, que pongo a disposición de mis amigos. Aquí verán un cuadro general de los textos que he cometido, algunos de los cuales han sobrevivido al paso del tiempo. He resuelto incluir también aquellos que, escritos para el eterno olvido, han encontrado, en estos últimos años, la efímera hospitalidad del diario ABC Color, de Asunción.
En esta etapa de la vida, “más cerca del final que del comienzo”, como decía Arturo Bray, ha declinado mi fe en las personas, en las ideas y en las cosas. Veo cada vez más lejana la Tierra-sin-Mal que afanosamente buscaban nuestros antepasados indígenas. Y creo que el Paraguay, mi patria, padece aun la maldición que, en el siglo XVII, según una venerable tradición, le arrojó encima el obispo Bernardino de Cárdenas.
Quienes ingresen a esta página podrán asomarse a mi propio caos conceptual, y quizá compartir las conjeturas, las dudas y las sospechas que habitan estos textos dispersos. Y quizá ensayar un diálogo sobre lo que desesperamos, ese sentimiento que comienza a crecer cuando se agota la esperanza.
Helio Vera
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