...Y vio Dios que tanto bodrio no era bueno
Por Luis Bareiro
El primero de la fila infló pecho, se llevó la trompeta a la boca y sopló con fuerza, y otros 999.999 ángeles le hicieron coro. Un ejército de serafines entonó las estrofas de una elegía, mientras un batallón de querubines, alados y regordetes, hacía sonar la lira.
Y San Pedro, que escuchaba aquel estruendo celestial henchido de gloria, buscó con la mirada al depositario de tanta devoción. Le encontró sentado en una nube, con los codos clavados en las rodillas y la barbilla apoyada en los puños.
-¿Qué opinas, Señor? - preguntó exultante.
El anciano, fuente suprema de toda sabiduría, creador del universo, numen de todo ser vivo, levantó la cabeza y sentenció:
-¡Qué partida de plomos, Pedro!
El portero celestial casi se cayó de la nube.
-Pero, Señor, es el coro del reino, creado para declamar eternamente tu absoluta bondad, tu belleza sin par, tu...
-Son unos plomos, Pedro.
-Pero, Señor...
-Pero nada. Ya es mucho soportar un chupacirios, imagínate cargar con millones, densos y emplumados.
-Pero, las sagradas escrituras...
-Debí encargárselas a gente menos solemne.
-Es hora de una revisión, Pedro. Consígueme la mejor pluma para exorcizar tanto bodrio. Y que no sea de Ángel.
Y Pedro recorrió el mundo en busca de algún mortal que pudiera con la titánica tarea de revisar la literatura divina.
Volvió al mes y se entrevistó con el jefe.
-Encontré al candidato ideal, mi señor; pero, tiene algunas exigencias.
-¿Cuáles, Pedro?
-Pide que se reconsideren algunos pecados. Exige eliminar de la lista la gula, la lujuria y la pereza. En contrapartida, pretende incluir como nuevos la prepotencia, la intolerancia y la estupidez. Y para quienes incurran en la comisión de este último, exige total prescindencia de su proverbial indulgencia divina, Señor.
-¿Algo más?
-Sí, solicita que algunos milagros sean de aplicación sencilla y rutinaria, como la multiplicación del pan; “el pan y otros elementos básicos de la canasta”, me aclaró. Ah, y muy especialmente, la conversión del agua en vino.
-Caramba, ¿y vale la pena tanta concesión?
-Es irreverente, sarcástico, incorregible y burlón.
-Entonces, trato hecho.
Y San Pedro bajó a buscar al nuevo corrector del Reino. Dicen que apenas supo cuál sería su tarea, se murió de risa.
Y allá está, sacándole carcajadas a Dios; Helio Vera, el paraguayólogo, el profe, el amigo.
Abc. Color. 30 de Marzo de 2008
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