¡Gracias, maestro!
Por José María Silvero, docente
Anecdotario
La conversación estaba fijada para las cuatro de la tarde; un pequeño fallo mecánico del auto imposibilitó ser puntual. Helio nos esperaba en su biblioteca, rodeado de libros y objetos históricos; caricaturas y reconocimientos adornaban la amplia sala.
El amigo que había acordado la reunión le dice:
-Este es un sanjuanino que tiene algunos escritos sobre sociantropología y está preparando un libro que lo quiere titular Nambréna y le gustaría que mires el libro y -si se puede- prologar.
Helio deja escapar una leve sonrisa y pregunta por un artista de la zona. Luego, con la mirada alzada recorre desde su Villarrica natal hasta los pueblos y ciudades de Caazapá con una precisión como solo podría hacerlo un viejo conocedor de la zona.
Cuando planteo lo del libro se pone serio y empieza a decir:
-Nambréna es un nombre interesante, pero sería bueno buscar algo que llame la atención de los extranjeros; al final ellos también compran y leen los libros. Tiene que ser un título que involucre a la filosofía y a la idea que deseas desarrollar. Algo así como Proto-Filosofía Anti-Ninguneo, por ejemplo.
Luego observó la tapa del libro y me otorgó otra lección a tener en cuenta:
-Cuando se va a publicar un libro son tres las cosas que hay que tener en cuenta. Primero, el título de la obra: debe ser vendible a propios y extraños. Segundo, el diseño: debe ser apetecible como fetiche. Tercero, el nombre del autor: lo ideal es que sea reconocido; en tu caso no hay problema, nadie te conoce, por eso los dos primeros son esenciales.
Después de puntualizar estos detalles, empezó a indagar los temas que abordaría el libro, recalcó la importancia de algunos capítulos, específicamente el de la antropofagia. La antropología le iluminaba los ojos, en pocos minutos llenó el escritorio de libros de Staden, Clastres, Cadogan y otros. Habló más de media hora de antropología cultural y explicó con claridad inaudita la paradoja de vivir en un estado y comportarnos como tribus. Eso lo estoy desarrollando en mi libro El país de la sopa dura, me dijo con agrado y satisfacción.
Al final de una larga conversación, con la humildad de los grandes, sentenció en un guaraní muy agradable:
-Ejapo katu, osêva?erâ katuete.
Hoy queda solamente recordar al maestro y honrar su legado. Helio Vera vive en cada estante y en cada escritorio donde sus innumerables artículos, cuentos, recopilaciones, estudios, tratados e ironías, dan vida a personajes y situaciones Y, sobre todo, vive en el corazón de los que le conocieron y tuvieron la suerte de ser instruidos por una mente privilegiada.
Ultima Hora- 28 de Marzo de 2008.
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