LA CARTA QUE NUNCA SE ANIMÓ A LEER
(Enviada desde Europa por su sobrino Ernesto Garbarino Vera, al enterarse del fallecimiento de su primo hermano Rodrigo)
Egham, Inglaterra, 16 de febrero del 2008
Querido Helio,
No tenemos palabras para describir la impotencia que sentimos desde esta
distancia.
Fue hace casi 6 años la última vez que vimos al “Caco”. Este era el
apodo que usábamos desde nuestra infancia, derivado de “Rodrigaco”, el
gentilicio dado a los provenientes del planeta "R" ya que cuando éramos
chicos pensábamos que todos éramos representantes de diversos planetas
de un sistema solar común. El planeta "R" era notoriamente el mayor (de
la dimensión de Júpiter comparativamente) y poseía 50 lunas alineadas de
forma circular, casi formando un anillo. Christian, Fernando y yo
siempre nos preguntábamos como los “Rodrigacos” soportaban semejante
fuerza gravitacional.
Rodrigo guardaba diseños de su planeta, sus ciudadanos, máquinas, robots
y naves celosamente en el famoso “cajón de los secretos R”; éstos eran
documentos considerados de alto valor para los servicios de inteligencia
militar. El imperio R era considerado el más poderoso de nuestra galaxia
y más de una vez éramos alertados telefónicamente sobre la inminente
destrucción de nuestros modestos mundos. Los R poseían el dominio de un
metal virtualmente indestructible llamado “rodriguita”. Esto significaba
que cualquier confrontación bélica era esencialmente inútil dado que las
naves R eran indestructibles.
No se si alguna vez estuviste enterado de todo esto y quizá te preguntes
que relevancia tiene; pues este fue por más de la mitad de nuestras
vidas, el único y más importante mundo que conocimos y el universo en el
cual Rodrigo era el principal protagonista. Mientras en el mundo real
había corrupción, inflación, divorcios y otras tonterías en las que los
adultos pierden el tiempo, nosotros estábamos preocupados por los
acontecimientos en una galaxia mucho más trascendente.
A medida que crecimos, nos dimos cuenta que esto era una fantasía y que
éramos apenas seres humanos mortales de carne y hueso; no fuimos el
producto de inseminación extraterrestre como inicialmente creíamos, y la
marca que teníamos alrededor del cuello era compartida por todos los
demás homo sapiens. Sin embargo, creo que nunca aceptamos el mundo como
era, siempre hubo una negación inconsciente, y hasta los últimos días
insistíamos en nuestros gentilicios galácticos y nuestro código militar;
“ataquen” y “tu planeta será destruido” fueron hasta el ultimo día
nuestra versión de “hola” y “como te va?”.
Siempre me disgustó cuando alguien decía que Rodrigo tenía un
“problema”; para mi el único problema era que la gente sostuviera
semejante aberrante concepto. Rodrigo siempre vivió de forma inocente y
sincera, sin enredarse en los dramas de la vanidad, el egoísmo, el
cinismo y en la envidia; presente en gente que supuestamente goza de
plena lucidez. Rodrigo mostró más coraje ante la adversidad que
cualquiera de nosotros; siempre procuró salir adelante; mostrando un
espíritu emprendedor, buscando nuevos negocios, intentando estudiar y
superarse a si mismo. Jamás se quedó de brazos cruzados esperando que
las cosas le cayeran del cielo.
Rodrigo era la única persona con la cual podía mantener una relación
humana y de afecto incondicional carente de reproches o expectativas;
podíamos desearnos la destrucción planetaria mutua e insultarnos
sabiendo que este lenguaje no hacia más que reafirmar nuestro origen y
vinculo común.
No entiendo mucho de metafísica (y el mundo de átomos y partículas no
deja de ser misterioso), pero en este momento no puedo dejar de desear
que todo haya sido real; que este mundo en el que vivimos sea el irreal,
y que Rodrigo se encuentre sano y salvo disfrutando de los múltiples
eclipses que las 50 lunas de su planeta producen cada día.
Con gran amor y pena
Tus sobrinos, Ernesto Garbarino Vera y Adriana Viola
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