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PRÓLOGO DE "LA HONDITA IMPACIENTE" DE HELIO VERA

Si Helio Vera hubiera sido profesor de sociología o antropología sería hoy, con seguridad, el más respetado conocedor e intérprete de la manera de ser del paraguayo. Felizmente para sus lectores _y fiel a su eterna desconfianza en el saber proveniente de los solemnemente umbríos ámbitos académicos_, Helio eligió un tono ameno y accesible para comunicarse con el lector común. Lo que no le quita un ápice de profundidad y sabiduría a sus reflexiones.

El autor de los comentarios agrupados en este tomo es abogado, periodista y escritor. Pero, además, es guaireño, lo que no ayuda a simplificar las cosas. Su obra, en general, escudriña las rendijas e intersticios del alma de la raza paraguaya. Sin la intención de interpelar a Manuel Domínguez sobre la existencia o no de conceptos tan dudosos como el de "raza" y su supuesta "alma", nos referimos al corpus de conocimientos y estudios que explican los peculiares códigos de convivencia, interrelación y expresión que comparten los paraguayos. Para describir la paraguayidad, Helio Vera apela a sabrosos subterfugios de estilo _y a la esporádica colaboración de un desopilante y enigmático asesor, llamado Chivé Mendieta_ en forma de cuentos, relatos y comentarios.

Es allí, en la narrativa breve donde Helio se mueve con comodidad. Su primer libro _"Angola y otros cuentos" (1984)_ ya nos revela a un certero intérprete del modo de pensar y decir popular. En ese libro _y en su profusa bibliografía posterior_ los personajes recreados por este verdadero psicólogo del Paraguay profundo hablan y actúan de un modo que siempre nos es conocido, aunque lo creyéramos olvidado, aunque pensáramos que era una percepción únicamente nuestra. Describir usanzas, tradiciones orales y atavismos conductuales no obliga a que el autor sea etiquetado como escritor costumbrista. Lejos de eso, Helio Vera penetra en la memoria popular no solo para rescatar su imagenería y sus santones, sino para interpelar al presente y darle algún significado a muchas de las aparentemente inexplicables cosas que nos pasan hoy.

Nada es nuevo, parece decirnos el autor en sus textos. Solo el ropaje de la coyuntura y la voz de los protagonistas son novedosos. El resto, es el transitar cansino y repetitivo sobre los mismos senderos ya pisados por generaciones pasadas con los mismos previsibles resultados. Como tampoco es nuevo el olímpico desconocimiento de las experiencias pasadas que precede a cada periódico descubrimiento de la rueda que emprenden los políticos compatriotas.

Es en su tratado de paraguayología, titulado "En busca del hueso perdido" (1990), donde Helio Vera se adentra con mayor vigor en su aproximación a la identidad cultural de los paraguayos. Se trata de uno de los libros con mayor número de ediciones y traducciones de la historia editorial del país. La clave de su éxito no radica solo en la agudeza de la vivisección del ser nacional, sino en su estilo mordaz y divertido, lo que convierte su lectura en una aventura deliciosa. Es el mismo estilo que el lector encontrará en los textos que integran este tomo.

Son crónicas de actualidad, de sucesos recientes ocurridos en el marco de esta anárquica democracia que hemos sabido construir luego de décadas de autoritarismo. Este hábil mitómano difícil de descubrir, este iconoclasta impenitente que es Helio Vera, encuentra en las acartonadas y fingidas efigies de la transición paraguaya un blanco precioso para sus agudas observaciones. Así, armado de una antorcha desaprensivamente manejada, Helio Vera recorre los pasillos del museo de cera de los prototipos de nuestra política, derritiendo muchos de los argumentos, mitos y paradigmas que jalonaron nuestra transición hacia la miseria.

Tamaña empresa _la de embestir contra los emblemas de la modernidad paraguaya_ requiere escudos protectores. El autor _guaireño, al fin_ los encontró en dos ardides estilísticos: el de la ironía y el de contar con la complicidad del lector. Sobre lo primero hay poco que decir. Nadie discute que Helio Vera es un maestro en el arte de la mordacidad, del humor fino, apenas sugerido, a veces divertidamente cínico, pero siempre profundo y letal. Sobre la segunda característica, habría que extenderse más. Se trata de la poco común habilidad de crear _como lo escribió en algún prólogo, Osvaldo González Real_ una relación íntima entre el yo del narrador y el tú del lector. Quien caiga en la malsana tentación de pasar al segundo párrafo de un texto de Helio Vera, deja de ser lector para convertirse en un cómplice de su relato. Antes de que pueda darse cuenta, el autor lo tendrá agarrado del cuello y lo obligará a llegar hasta el final.

Allí, será tarde. Podrá estar o no de acuerdo con lo que opine el señor Vera, pero se ha sometido a sus designios. Lo bueno es que sus opiniones rara vez son predecibles. Cualquiera sea el tema que abarque, uno no sabe qué arista, qué posición, qué simpatía o antipatía, motivarán sus líneas. Lo único adivinable, antes de comenzar a leer uno de sus comentarios es que allí habrá algo de talento e inteligencia.

Con los pies afirmados en una vasta cultura y una visión desenfadada del mundo, Helio Vera explora con destreza las fábulas e historias de las frustraciones de generaciones anteriores para explicar las claves de la confusión actual.

Eso no lo convierte en un escritor pesimista, para nada. Es un humor que parece resignado, fatalista, pero, que en el fondo, es libertario, ofrece claves para encontrar salidas y enseña a reírnos de nosotros mismos _una característica poco usual en los genes paraguayos, digámoslo, de paso_.

Helio Vera es un nacionalista moderno. Conoce tanto como Juan E. O'Leary el perfil de nuestros héroes santificados en el altar del heroísmo y tiene tanta conciencia de las debilidades de nuestro carácter colectivo, como la tenía Cecilio Báez. No cae sin embargo, ni en la apología ni en la negación de las potencialidades de los paraguayos. En todo caso, lo que lo fastidia _y con razón_ es el irracional desconocimiento de lo que fuimos, hicimos y pensamos antes. Y que, con entusiasmo digno de mejores causas, cada cierto tiempo, intentemos descubrir la rueda.

Esta selección de más de medio centenar de comentarios de Helio Vera, todos referidos a la realidad reciente, son textos independientes en los que se diseña su visión sobre uno de los periodos más insólitos e interesantes de la historia independiente del Paraguay. Nunca antes tuvimos un lapso tan prolongado de libertades públicas irrestrictas. Lo que construimos en ese tiempo no nos puede dejar muy contentos. Pero tampoco es poca cosa.

En ese estrecho espacio de expectativas entre lo que éramos y lo podríamos ser, transitan estos textos. Felizmente, encontrará allí un humor más fresco que el que lo espera en la calle dura y cotidiana. Helio Vera dijo alguna vez que no pretendía descubrir el alma paraguaya. Puede ser, pero está claro que nadie puede acercarse a su conocimiento sin leer a Helio Vera.

 

Alfredo Boccia Paz