Pasión de una tarde
Por Mario Rubén Álvarez
Kuarahy reikévo aguapy ajesareko/ ha?eténte chéve ahechátava reja...", dicen los dos primeros versos que el poeta Luna Martínez le escribió a una música del compositor Germán Bogado.
Al escritor y periodista Helio Vera -nacido en Villarrica el 5 de junio de 1946- le llenó de viva emoción esa obra. Le conmovió hasta su ser más íntimo y secreto. Ese encantamiento fue el que le movió al autor del ensayo sobre paraguayología En busca del hueso perdido a plantearle al músico, cantante y compositor Alejo Benítez -nacido en Mbocayaty del Guairá el 2 de agosto de 1959- hacerle una letra en español.
"A esa polca le faltan unos versos en castellano para que se entienda, me dijo", recuerda Alejo. "Acordamos que a su cargo quedaba la tarea de escribir la versión castellana. Era el año 1999", acota luego.
Transcurrieron unos días y el maestro de la prosa apareció con Pasión de una tarde. Desde la primera palabra hasta la última, la nostalgia era la atmósfera creada. Hacía mención a un amor juvenil ya perdido en las brumas del ayer, pero presente de nuevo a través de la magia de la memoria, capaz de derrotar el paso inmisericorde de los años. A ratos, la poesía refulge para evocar un "instante de fugaz eternidad"
Alejo vio en la pieza poética una pequeña joya que merecía tener una vida independiente, con una música propia. "Le propuse hacer una melodía sobre lo que me había traído", rememora.
Ya en Villarrica, Alejo y su primo Adolfo Arregui -nacido en Asunción el 13 de abril de 1961-, del Grupo Generación, pusieron manos a la obra. En corto tiempo la composición estaba lista. "Por aquellos días nosotros grabábamos en el estudio de Luis Álvarez nuestro disco Regalo de amor -el tercero que editamos-, y ya incluimos la canción que acabábamos de crear", sigue relatando Alejo.
Cuando terminó la grabación de Pasión de una tarde, le llamaron a Helio para escuchar cómo había quedado su letra ya musicalizada. "Hetaiterei ohendu (escuchó una y otra vez). Quedó muy impresionado", comenta Alejo.
Cuando el rito había acabado y el autor de Angola y otros cuentos había retornado a los temas de conversación cotidianos, Helio les dijo a los del Grupo Generación que hay que crear más obras de esta naturaleza, para disfrutarlas y difundir.
Con respecto a la identidad de la mujer cantada, Helio guardaba un silencio infranqueable. "Péa ko peteî entelequia (es una entelequia), algo solo imaginado", respondía cuando se le conminaba a declarar sobre el romance recordado en la canción. Y, como arrepintiéndose sobre la marcha y volviendo grupas sobre sus propias palabras, decía: "... pero oî la ijára, oî la ijára (pero existe su dueña, existe).
Una noche, en un encuentro casual, este recopilador de historias de canciones populares volvió a la carga. "Ágã amombe?úta ndéve la héra (un día de estos te contaré su nombre)", fue su respuesta. "Araka?e (cuándo)", fue el asalto siguiente. "Jajotopa jeyvove (cuando volvamos a encontrarnos)", replicó. "Te traeré un compuesto sobre Plácido Jara que no conocés", fue el cebo que llevaba la intención de apretar el acelerador para que no se arrepintiera de su promesa.
Pasaron las madrugadas. Mudaron de hojas los árboles. Las botellas de vino, con tenaz persistencia, vaciaron su líquida delicia. Los pimpollos de rosas maduraron en flores repetidas. El tiempo de ambos cabalgó en rutinas separadas. El pasado 25 de marzo cruzó a la otra orilla a esperarnos, paciente.
El encuentro nunca se produjo. Y el nombre de ella -salvo que le haya confidenciado a algún amigo- es un silencio que lo acompaña en el lucero más nítido del alba.
Helio Vera escribió una letra donde evoca un amor de juventud. Alejo Benítez y Adolfo Arregui la musicalizaron:
Dulce amada mía de aquella tarde que se fue
hoy solo me queda tu recuerdo juvenil
y bajo mis manos la tersura de tu piel
bebe claridad, seda y luna fue la flor del jazmín.
Aquel eco leve de tu risa de cristal
que llenó de música celeste tu jardín
y en el silencio un largo beso te robé,
misterio sutil, oro y llama fue tu boca febril.
Ven, que aquella tarde de enero;
ven, tu embrujo quedó en mis labios,
una brasa que no se extingue
y que nadie pudo apagar.
Ven, que tengo una sed antigua;
ven, memoria de esos amores
y que para saciarla espero
me devuelvas esa ilusión.
Aquel aire tibio de repente se hizo gris
ese sol de fuego fue cayendo del azul
y en un instante de fugaz eternidad
la brisa llegó, la sombra creció desde la quietud.
Dulce amada mía, vuelvo a verte como ayer
en esa fragancia atardecida de jardín
como dos estrellas que ya empiezan a brillar
me parece que, milagro ideal, se va a repetir.
Letra: Helio Vera
Música: Alejo Benítez, Adolfo Arregui
Ultima Hora. 29 de Marzo de 2008.
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